Los meses más fríos son una buena ocasión para que las dermoconsejeras difundan rutinas de cuidado tendientes a mantener la salud de la piel y a protegerla del efecto nocivo de los agentes ambientales.
El invierno obliga a las dermoconsejeras a realizar un esfuerzo didáctico adicional. A diferencia del verano (donde la importancia del cuidado de la piel es más evidente, e incluso los mismos clientes se acercan a buscar consejos), el invierno requiere mayores acciones de concientización sobre los efectos nocivos del frío, el viento e incluso el sol (ya que los rayos ultravioletas actúan también en los días nublados).
Los factores invernales agresivos (que incluyen a la calefacción), provocan un resecamiento de la piel, que se torna más sensible. “Nuestra piel sufre los ataques del medioambiente en el invierno tanto o más que en el resto del año”, explican en Pierre Fabre. Eso deriva en frecuentes sequedades e irritaciones, no sólo en el rostro, sino también en el cuerpo en general. “La piel es el mayor órgano del cuerpo humano. Funciona como aislante y nos protege del medio que nos rodea –agregan-. No sólo refleja nuestra imagen exterior sino que también contribuye a conservar nuestra salud”.
Es importante explicar que por encima de la piel, se forma la llamada capa hidrolipídica o manto ácido, que la protege frente a microorganismos y agresiones externas. Esta capa es la principal responsable de que el agua corporal quede retenida en la piel y no se evapore. Si lo hace, se inicia un proceso de deshidratación. Además, cuando la capa protectora se ve afectada, suele aparecer una comezón en las áreas más sensibles de nuestra epidermis, como las manos, los pies, los codos y las rodillas.
Consejos prácticos
Los siguientes consejos pueden ser de utilidad para contribuir al mantenimiento de una piel saludable durante esta temporada:
■ Limpiar la piel dos veces al día; por la noche –antes de acostarse– y a la mañana. Se aconsejan los limpiadores que suman hidratación. No olvidar incluir en la rutina diaria el cuello y el escote.
■ Durante la noche, dejar actuar la crema de tratamiento que haya indicado el especialista o la dermoconsejera.
■ Durante el día, usar crema humectante e hidratante. Las humectantes cumplen con la función de barrera. Actualmente muchas de las cremas de día tienen también incorporado algún antioxidante como las vitaminas E (tocoferol), C (ácido ascórbico) o similares. Su función es reducir los efectos nocivos de los radicales libres.
■ Es importante utilizar cremas que permitan la respiración normal de las células, e impidan la evaporación del agua. Esto favorece la correcta penetración de los ingredientes activos. La urea, por ejemplo, cumple con esta función.
■ Usar serums durante la noche. Salvo que el médico indique una crema de tratamiento específica, los serums son ideales para las horas de descanso, porque tienen activos concentrados, están libres de aceites y ejercen una reparación profunda.
■ Cuidar los labios y las manos. Con la llegada del frío, el punto débil pasan a ser las zonas siempre expuestas, como la boca y las manos. La piel de dichas zonas es muy delicada. Por esta razón, no puede faltar una crema de manos y un protector labial hidratante.