Prevención, detección y contención son los tres pilares de actuación de los farmacéuticos ante los distintos tipos de trastornos psicológicos que puede experimentar la población.
Solamente durante el primer año de la pandemia, las tasas globales de depresión y ansiedad subieron 25%, en momentos en el que los escasos recursos sanitarios estuvieron concentrados en luchar contra el Covid-19.
En Argentina, casi la mitad de la población argentina padeció ansiedad durante la pandemia y el 30% atravesó algún nivel de depresión. Los jóvenes, las mujeres y las personas con antecedentes de trastornos mentales fueron quienes más sufrieron el impacto de la cuarentena, según un estudio realizado en todo el país por el lnstituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi), dependiente del CONICET, y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). “El hecho de que las mujeres sean más vulnerables a desarrollar trastornos mentales se vincula con las desigualdades de género y la sobrecarga laboral, situación que se vio exacerbada durante la cuarentena”, dice el informe.
El rol del farmacéutico
El 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud mental, una ocasión propicia para repensar el rol del farmacéutico en este campo, en el que sin dudas puede cumplir un papel clave, comenzando por la prevención y la detección.
“La farmacia es un lugar ideal, por tratarse de un entorno de confianza. Muchas personas confían en su farmacéutico, y esto puede contribuir a la detección precoz de los problemas de salud mental “, sostiene un informe de la Federación Internacional de Farmacéuticos (FIP). Las farmacias también pueden ayudar a combatir la falta de adherencia, ya que casi el 50% de los pacientes con algún trastorno abandona los tratamientos antes de tiempo.
Tres áreas de acción
La principal área de acción del farmacéutico se vincula con ciertos trastornos que tienen una alta prevalencia, como el insomnio, la ansiedad y la depresión. Muchas veces estos problemas motivan consultas espontáneas en las farmacias”, dicen en la FIP.
Para estos casos, existen algunos medicamentos de venta libre y suplementos dietarios que pueden contribuir, en una primera instancia, a disminuir los síntomas, aunque siempre teniendo en cuenta que, si el trastorno es persistente, no se puede omitir la derivación médica.
Luego de este primer nivel, hay una instancia de atención de trastornos que inevitablemente requiere de un médico o especialista, normalmente psiquiatra, pero a veces gerontólogo o neurólogo.
Aquí, la labor del farmacéutico consiste, básicamente, en promover la adherencia al tratamiento. Ciertos fármacos no pueden ser abandonados en forma repentina, sino que requieren una disminución gradual. Además, es importante asesorar acerca de cómo ingerir los medicamentos e insistir en la importancia de no exceder las dosis previstas por el especialista a cargo. El farmacéutico también puede ayudar a detectar posibles interacciones medicamentosas negativas con otros fármacos que esté tomando el paciente.
Un tercer nivel se vincula con el tratamiento de adicciones o problemas psiquiátricos más complejos. Aquí es fundamental la contención. “Hay que acompañar a los pacientes a través de la escucha activa, y desarrollar una atención más humana, que incluya inteligencia emocional, sensibilidad psicológica y empatía “, dicen en la FIP. También se puede fomentar estilos de vida saludable en distintos aspectos que han demostrado ser clave para la salud mental, como el ejercicio físico y la nutrición. “Pero fundamentalmente, uno de los puntos clave en la atención de estos pacientes es nuestra actitud y la de nuestro equipo de trabajo “, resaltan en la FIP.