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Farmacia Olivera: tres décadas junto a los vecinos de Barracas

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A pocos metros del Hospital de Niños Pedro de Elizalde, funciona esta farmacia que fue pionera en la implementación de criterios comerciales innovadores.

Treinta años atrás (más precisamente en abril de 1993), nació en el barrio porteño de Barracas Farmacia Olivera, con un concepto innovador para esos tiempos: la venta por autoservicio, combinada con atención las 24 horas. “Durante muchos años, fuimos la única farmacia de esas características en la zona de Barracas, Constitución y San Telmo”, comenta la farmacéutica Liliana Olivera, su titular y fundadora.

El local se encuentra en la intersección de las avenidas Caseros y Montes de Oca, a metros del Hospital de Niños Pedro de Elizalde (Ex Casa Cuna). Cuenta con 156 metros cuadrados de superficie, donde se despliegan sectores especializados de perfumería y dermocosmética. “Desde el inicio, ambos rubros estuvieron bien diferenciados en el layout de la farmacia”, señala Liliana, quien cumple también el rol de dermoconsejera, junto con una de sus colaboradoras, Soraya González.

La modernidad que se buscó imprimir a este local nunca pasó por alto su tradición; aquella esquina fue ocupada por farmacias durante casi un siglo.

Hasta 1943 se llamó Farmacia Brisa. Ese año fue comprada por dos farmacéuticos y pasó a ser Farmacia Onix. En 1992, un grupo de familiares políticos de Olivera, que eran los propietarios del local, le ofrecieron la posibilidad de instalar allí su propia farmacia.

Pasión por la profesión

Liliana Olivera nació en la ciudad chaqueña de Presidencia Sáenz Peña. Con los años, su vocación la llevó a estudiar Bioquímica en la Universidad del Nordeste, en Corrientes. Pero luego decidió cambiar y estudiar la carrera de Farmacia en la Universidad de Buenos Aires. “Nunca me arrepentí de esa decisión; siempre llevé mi título de farmacéutica con mucho orgullo y dedicación”, comenta la entrevistada.

Tras graduarse, trabajó como farmacéutica en relación de dependencia, primero en el partido de Tigre, y luego en la ciudad de Buenos Aires. Su ambición era, algún día, trabajar en la farmacia del Hospital Casa Cuna, ya que vivía cerca de allí, tenía dos hijos pequeños y quería estar en contacto con los niños y sus familias.

El destino hizo que finalmente tuviera una farmacia a pocos metros. “Estar cerca de ese hospital nos dio un posicionamiento reconocido y valorado, que generó una gran lealtad de los clientes hacia nosotros. Es el capital más valioso que tenemos”.

La intención a futuro es que la farmacia mantenga su impronta familiar. Los dos hijos de Liliana ya comenzaron a trabajar allí. Uno de ellos, Nicolás Turró, colabora tanto en la atención al público como en la administración.

Farmacia Olivera es cliente de Droguería del Sud desde el año 2002. “Les estamos muy agradecidos por la confiablidad de su servicio y el trato cordial que nos dispensan”, dice la entrevistada. “Participamos activamente en algunas de su iniciativas, como GPSfarma y BonusFarma, que nos permitieron poner un pie en el mundo del comercio electrónico”, concluye.

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“El cliente no siempre tiene la razón”

La filosofía que Liliana Olivera inculcó a su equipo de trabajo desde el principio, se sintetiza en una frase: El cliente no siempre tiene la razón. Pero es la razón de nuestro negocio. “Muchas de las personas que nos consultan, o familiares suyos, padecen enfermedades. Nuestra misión es asistirlos, desde el saber y la cordialidad”, explica Liliana.

“Nuestro valor principal es la empatía con el cliente, que muchas veces llega triste, apesadumbrado o con necesidad de hablar o ser escuchado”, comenta. En su opinión, es fundamental recordar que quienes trabajan en la farmacia son profesionales de la salud. “Somos el complemento necesario del médico, pues esa sinergia beneficia al paciente como primera medida; colabora con la salud de la comunidad y revindica la profesión”.

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