Salud

Trastorno Afectivo Emocional: cuando el invierno no viene solo

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La menor disponibilidad de luz solar durante los meses más fríos genera, en ciertas personas, emociones negativas y otros síntomas que se traducen en una pérdida de energía y vitalidad. Qué hacer ante esos casos.

En 1984, el psiquiatra sudafricano Norman Rosenthal acuño la expresión Trastorno Afectivo Emocional (TAE), para referirse a ciertos síntomas depresivos que una parte de la población comienza a manifestar a partir del otoño. Rosenthal identificó que, durante los meses más fríos, a muchas personas les bajan las “defensas emocionales”. La ausencia de sol, el acortamiento del día y el frío les genera una sensación de depresión o les acentúa sensaciones negativas como tristeza o soledad.
Las causas de este problema parecen ser biológicas, y están vinculadas con la menor disponibilidad en nuestro organismo de serotonina, una sustancia del sistema nervioso central implicada en la regulación del estado de ánimo y la ansiedad.
En otoño e invierno, los niveles de serotonina disminuyen por la menor exposición de la luz natural, lo que puede generar síntomas como pérdida de energía, sensación de cansancio o fatiga, aumento del sueño, disminución de la capacidad para concentrarse, sentimientos de tristeza o irritabilidad y aumento del apetito (especialmente por los carbohidratos simples).

Algunas pautas

Ante una consulta que implique los síntomas mencionados, el primer paso es indagar si los mismos comenzaron con la llegada del frío (y si se reiteran todos los años) o si la persona está pasando por alguna situación traumática o especialmente compleja que pueda ser la causa del problema.
En ambos casos, se pueden recomendar distintos suplementos dietarios con ingredientes naturales destinados a brindar mayor energía, favorecer la concentración y levantar el estado de ánimo. Pero ante la evidencia de una problemática subyacente, conviene sugerir al paciente una consulta psicológica.
Más allá de eso, se pueden sugerir algunas estrategias sencillas para evitar que el bienestar decaiga:
• Ejercicio. La actividad física incrementa la generación de endorfinas, grupo de hormonas que están vinculadas con la sensación de felicidad. Lo ideal es ejercitar de día y, si el clima lo permite, al aire libre; pero si no es posible, todo tipo de actividad física es igualmente beneficioso.
• Aprovechar la luz del día para salir a hacer gestiones, compras o cualquier otra actividad, y dejar las tareas hogareñas para luego de que baja el sol.
• Mantener horarios de sueño regulares toda la semana, además de intentar dormir la cantidad de horas suficientes.
• Es bueno mantener actividad social, reunirse con amigos y familiares y hacer planes para disfrutar en compañía de los seres queridos.

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