Los farmacéuticos pueden hacer una gran contribución a la prevención de enfermedades cardiosvaculares, de tal forma de acercar a nuestro país a la meta fijada por la OMS para el año 2025: reducir en un 25% la mortalidad prematura causada por problemas cardíacos.
Como todos los años, este 29 de septiembre se conmemorará el Día Mundial del Corazón, instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Distintas organizaciones que trabajan para promover la salud cardiovascular en Argentina, como la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) se suman a esta iniciativa, que propone un claro objetivo: reducir un 25% la mortalidad prematura por enfermedades cardiovasculares para el año 2025, con el foco puesto en la prevención.
Si bien muchos factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares son fácilmente prevenibles, el alcance mundial de este tipo de dolencias es muy elevado. Son la primera causa de mortalidad en el mundo, superando a cualquier tipo de cáncer y al Sida. Argentina no escapa de esta alarmante situación: cerca de 3 de cada 10 muertes ocurren a raíz de enfermedades cardiovasculares, según datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación.
Las enfermedades más frecuentes de este tipo son: la hipertensión arterial, la cardiopatía coronaria, la enfermedad cerebrovascular, la enfermedad vascular periférica (incluyendo enfermedad arterial periférica y trombosis venosa), la insuficiencia cardíaca y otros trastornos como las cardiopatías reumáticas y congénitas.
El rol del farmacéutico
Las farmacias pueden hacer una gran contribución a la prevención de este tipo de enfermedades. En España, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF) lanzó un informe en el que se señala que la oportuna atención y consejo farmacéutico pueden reducir casi en un 30% las hospitalizaciones por problemas cardiovasculares.
Estos resultados están en línea con los registrados en otro reciente estudio, en este caso en Estados Unidos, donde se señala que la intervención farmacéutica puede reducir la probabilidad de hospitalización en torno al 45%.
Los principales aportes del farmacéutico se vinculan con:
- La difusión y concientización sobre la importancia del ejercicio físico. Por ser un músculo, el corazón necesita ejercitarse. Por eso, es clave realizar actividad física de manera regular para mejorar la circulación sanguínea en todo el cuerpo. Las arterias lograrán mayor y mejor dilatación, los niveles de colesterol y de triglicéridos en sangre se regularán y la presión arterial disminuirá. La indicación actual son 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico de intensidad moderada.
- La deshabituación tabáquica. El tabaco disminuye la cantidad de oxígeno en sangre, estrecha y endurece la capa interna de las arterias y hace que la presión arterial aumente. Además, es el causante de la reducción de los niveles de colesterol bueno (HDL) en sangre y de incrementar los niveles del malo (LDL) y de los triglicéridos. Un cigarrillo diario es suficiente para aumentar el riesgo de ataque cardíaco o cerebral.
- El control de parámetros ligados al mantenimiento de la salud. Los principales son el peso, la tensión arterial y la glucemia.
Los farmacéuticos también pueden intervenir en la determinación y actuación sobre los factores de riesgo cardiovascular en personas, sintomáticas o no, que estén adecuadamente controladas, para remitirlas a la consulta médica. Además, pueden participar en el seguimiento farmacoterapéutico para pacientes diagnosticados y sometidos a tratamiento farmacológico, con especial énfasis en la vigilancia de la adherencia al tratamiento prescrito.
Cinco cambios en la alimentación
Existen algunos consejos básicos vinculados con la alimentación cotidiana que pueden contribuir enormemente a la prevención de problemas cardiovasculares:
- Disminuir el consumo de grasas, eligiendo alimentos de bajo contenido en colesterol y sin grasas trans.
- Consumir alimentos ricos en fibra soluble, como frutas y verduras crudas, que ayudan a reducir el colesterol malo (LDL).
- Aumentar el consumo de pescados azules (salmón, atún, jurel, anchoas) ricos en ácidos grasos omega-3, que ayudan a mantener el colesterol en los niveles correctos.
- Incorporar frutos secos a la dieta diaria, dado que contienen vitamina E y ácidos grasos monoinsaturados. Son ideales para hacer una colación, y de esta forma se evita el picoteo de alimentos ricos en grasa y azúcar.
- Menos sal. A pesar que la Organización Mundial de la Salud recomienda consumir entre 3 y 6 gramos de sal por día, los argentinos consumen alrededor de 12. Con solo al disminuir 3 gramos por día la cantidad de sal ingerida, se podría reducir la incidencia de accidentes cerebrales en un 26% y la enfermedad isquémica coronaria en un 15%. Así, se evitarían en nuestro país 10.000 muertes por enfermedades cardiovasculares al año.