Existen ciertos datos clave que todo profesional de la salud, incluyendo a los farmacéuticos, debe saber acerca de la hepatitis a fin de contribuir a su prevención.
Las estadísticas mundiales indican que la hepatitis es la octava causa de muerte en el mundo, por delante de los accidentes viales, el HIV o la diabetes, y se cobra la vida de 1,5 millones de personas cada año.
En la Argentina, el Ministerio de Salud de la Nación estima que entre el 1% y el 2% de la población adulta en el país -es decir, más de medio millón de argentinos- se encuentra infectada con hepatitis B y C. De todas esas personas, menos de un tercio sabe de su condición.
A fin de contribuir a revertir esta situación y hacer un aporte importante a la prevención, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva a cabo, todos los años, el Día Mundial de la Hepatitis, que tiene lugar el 28 de julio, y que busca contribuir a la difusión y concientización en torno a esta problemática.
Vacunación
Como profesional de la salud, el farmacéutico puede contribuir desde distintos ángulos. Uno de ellos es la difusión acerca de la vacuna contra la hepatitis A y B. Si bien desde el año 2012 hay vacunas efectivas disponibles en todo el país, las tasas de inmunización están lejos de ser óptimas, por lo cual toda acción de concientización puede resultar sumamente útil.
Es importante comprender que en Argentina el 45% de los casos de hepatitis fulminante son del tipo B. Se estima que hay unos 150.000 portadores y tres de cada 10 requerirán trasplante de hígado si no se los detecta y trata a tiempo.
El Calendario Nacional de Vacunación incluye la vacuna contra la hepatitis A, que se da a los 12 meses de vida, con una dosis. También está recomendada para población de riesgo, con orden del médico.
Por su parte, la vacunación contra la hepatitis B se aplica a recién nacidos (una dosis), dentro de las 12 horas de vida, y a los 2, 4 y 6 meses, como parte de la vacuna quíntuple celular o pentavalente.
Los niños más pequeños y las personas con trastornos del sistema inmunológico tienen mayores posibilidades de contraer de forma crónica la enfermedad, que puede provocar daños en el hígado, como cirrosis o cáncer.
Los principales factores de riesgo para contraer hepatitis B son el comportamiento sexual de riesgo, el uso de drogas inyectables sin agujas descartables, el hecho de estar en hemodiálisis, los piercings y tatuajes sin la esterilización necesaria y ser VIH positivo.
Algunas personas infectadas no se sienten enfermas. Otras tienen síntomas que pueden durar varias semanas, e incluyen la pérdida de apetito, cansancio, dolores musculares o articulares, diarrea y vómitos. Con menos frecuencia, puede haber piel u ojos con tono amarillo (ictericia).
Hepatitis C
En lo que hace a la hepatitis C, la misma no tiene vacuna, pero hoy en día cuenta con tratamientos que pueden lograr la cura. Son los llamados antivirales de acción directa. En este caso, la clave es el diagnóstico precoz y el tratamiento oportuno, antes de llegar a una lesión severa del hígado.
Este tipo de hepatitis se transmite a través de la sangre al compartir agujas, jeringas o elementos cortopunzantes con personas infectadas. También por vía sexual, aunque es menos frecuente.
Un consejo útil que los farmacéuticos pueden contribuir a difundir es que todas las personas adultas se realicen el test de la hepatitis C al menos una vez en la vida. Especialmente los nacidos entre 1945 y 1975, que tienen mayor prevalencia de infección por ese virus.
Quienes no tengan claro si se dieron las tres dosis indicadas en el Calendario Nacional pueden realizarse un sencillo análisis que mide la presencia de anticuerpos y así salir de la duda.