Si bien son los que más sufren la recesión (porque su demanda es más elástica), los medicamentos de venta libre gozan de buena salud. Durante el primer semestre de este año, las ventas alcanzaron 92 millones de unidades, contra 89 millones del primer semestre del año pasado. Eso representa un incremento de 3,37%, según los últimos datos de IQVIA.
Hoy, uno de cada diez pesos que se gastan en farmacias son destinados a OTC. Pero cuando se miden en unidades, representan el 27% de las ventas totales.
Los productos dermatológicos más vendidos
Durante los primeros ocho meses de este año, los productos cicatrizantes de la piel vendieron 8,1 millones de unidades, mientras que los emolientes y protectores totalizaron 6,4 millones. Estos últimos, además, fueron la subcategoría de productos dermatológicos que más creció: sus ventas subieron 5,08% en relación al mismo período del año pasado, según los últimos datos del Observatorio de la COFA. Eso es especialmente meritorio teniendo en cuenta que la dermatología, en promedio, tuvo una baja de 3,2%.
El subrubro que más cayó fueron los antisépticos y desinfectantes (-33,6%), lo que se debe, en parte, a la relajación de las medidas de higiene luego de la pandemia. En los productos antiacné, patología prevalente en adolescentes y jóvenes, las dispensas se mantienen casi estables, con un pequeño porcentaje de alza que no alcanza al 1%.
Bajo acceso a medicamentos innovadores en América Latina
De los 185 medicamentos relevados por IQVIA este año considerados “terapias innovadoras”, sólo el 17% están disponibles en América Latina. Argentina está por encima del promedio, con un 21% de disponibilidad.
El país peor posicionado en el ranking es Perú (con solo un 9% de terapias innovadoras aprobadas), y el que más se destaca, México, con un 86% de disponibilidad. La canasta estudiada incluye mayoritariamente nuevos medicamentos oncológicos y para enfermedades “raras” (es decir, con baja prevalencia).
La demora en la aprobación local es una de las principales causantes de esta situación. En promedio, el retraso entre la autorización en el país de origen de estos medicamentos y el acceso de los pacientes en América Latina oscila entre 541 y 1.338 días (de un año y medio a casi 4 años).