La automedicación es una conducta profundamente arraigada en la sociedad argentina. Aunque muchas veces se la asocia únicamente al uso de analgésicos o antiinflamatorios, los riesgos se extienden a un espectro mucho más amplio de productos. Para los farmacéuticos, este es un terreno clave donde intervenir con educación y prevención.
Según un estudio de UADE y Fundación Voices! de 2019, la mitad de los argentinos que habían consumido medicamentos en el último año se habían automedicado. Los jóvenes entre 16 y 29 años eran el segmento más propenso a esta práctica, y los fármacos más utilizados eran analgésicos/antiinflamatorios, antigripales, antiácidos y laxantes.
Antibióticos, psicofármacos y antialérgicos también integran la lista de fármacos que, con mucha frecuencia, se consumen sin prescripción médica. Las consecuencias pueden ser graves, tal como informa el sitio del Ministerio de Salud de la Nación:
- Ocultar síntomas y demorar la posibilidad de un tratamiento adecuado.
- Anular efectos de otros medicamentos.
- Producir efectos adversos.
- Generar resistencias, especialmente en el caso de los antibióticos.
Al menos un 10% de las internaciones hospitalarias en nuestro país se deben a errores o al mal uso de medicamentos, informa COFA.
La pandemia pasó, pero el consumo de psicofármacos no bajó. La demanda sigue subiendo por sintomatología depresiva-ansiosa a raíz del deterioro socioeconómico, advierten los expertos.
El rol clave del farmacéutico
Desde su rol, el farmacéutico es el profesional sanitario más accesible para la población. Su presencia activa permite orientar al paciente, advertir sobre usos indebidos de los medicamentos y promover el cumplimiento de tratamientos bajo prescripción médica.
Un farmacéutico atiende entre 100 y 200 consultas diarias, muchas de ellas vinculadas con efectos adversos, interacciones medicamentosas, dudas sobre dosis o adherencia, recopila el sitio web de COFA.
Para contribuir a revertir la tendencia de la automedicación, es clave que los equipos de salud trabajen en red y que los farmacéuticos asuman su papel como agentes de salud pública. Una consulta oportuna en el mostrador puede evitar consecuencias graves y fomentar un uso racional del medicamento.